Si buscamos en el diccionario la definición de comer encontramos que es el acto fisiológico de ingerir alimentos para nutrirse. ¿Pero realmente siempre que comemos lo hacemos exclusivamente con el objetivo de la alimentación? ¿O también comemos por la vista, por deseo, por despecho, porque es la hora, para celebrar, para probar…? Podríamos alargar más la lista pero lo que está claro es que cada vez en una mayor proporción gana protagonismo en nuestro consumo alimentario diario el estado de ánimo y las emociones y pierde peso la parte fisiológica.
Se han clasificado tres estilos de alimentación ligados al estado de ánimo y las emociones. Hablamos de comedores emocionales, externos y restrictivos:
- Comedores Emocionales (Bruch 1973): En este caso las emociones afectan a la conducta alimentaria. Después de un proceso no deseado, pudiéndose esperar una ausencia de ingesta, aparece una relación entre determinados grupos de alimentos y el factor emocional. Estos alimentos suelen ser ingeridos fuera de las comidas habituales y son alimentos poco nutritivos y con un valor energético elevado. Se ingiere desde la tristeza (por una pérdida o ruptura generalmente), ansiedad, enfado, preocupación, etc.
- Comedores externos (Schachter 1971): Se come como respuesta a estímulos externos (olor, vista, etc.), independientemente del apetito. En estos casos el hambre no es fisiológica, sino que se desencadena por factores externos como un anuncio de televisión, pasar por delante de una panadería que acaba de sacar pan del horno… También es una ingesta con mucho valor calórico y en algunos casos poco nutritiva (dulces, pastelería, chocolate, etc.).
- Comedores restrictivos: Limitan deliberadamente qué y cuándo comen con la consecuente sobrealimentación y en muchos casos atracón posterior.
Comedor emocional: cuando el hambre no es fisiológica
¿Te has fijado en la manera en que comes? ¿Has observado si ingieres sin hambre? ¿Utilizas la comida para aliviar tu ansiedad o tus preocupaciones? Si intuyes que esto puede estar pasándote, tal vez estés utilizando erróneamente los alimentos para combatir el aburrimiento, la soledad, el estrés o el enfado.
Lo saludable es afrontar estos estados con otras estrategias distintas a la comida, pero para ello el primer paso es aprender a detectar cuándo te estás comportando como comedor emocional.
Veamos ocho rasgos que te permitirán distinguir el hambre emocional del hambre fisiológica:
¿Cuándo aparecen?
Mientras que el hambre física se presenta de forma gradual (va dando señales estomacales poco a poco), el hambre emocional te interrumpe bruscamente en momentos en los que ni siquiera estás pensando en comida.
¿Qué demandan?
Cuando el hambre es física, estás abierto a ingerir los diferentes alimentos. Cuando comes desde la emoción, buscas un determinado grupo de alimentos (pasta, chocolate, hamburguesa, dulces) como si sólo pudieras satisfacerte con un alimento en concreto.
¿Dónde se sitúan?
El hambre física se concentra en tu estómago (sensación de vacío, movimientos); el hambre emocional se focaliza en tu boca (deseo de chupar, masticar, tragar) y en tu mente (pensamientos obsesivos sobre comer).
¿Qué urgencia muestran?
El hambre física es paciente, preferiría ser saciada, pero puede esperar a hacerlo. El hambre emocional es urgente, necesita satisfacer inmediatamente el impulso o deseo de comer.
La causa
El hambre fisiológica responde a una necesidad física, que aparece después de horas sin ingerir nada (mareo, baja energía); por contraposición, el hambre emocional va precedida de una emoción perturbadora (ansiedad, depresión, apatía, soledad) y un acontecimiento estresante o inquietante (discusión, problemas con pareja, exceso de trabajo).
El grado de consciencia
Cuando comes por fisiología puedes decidir libremente el alimento. Eres consciente de lo que ingieres y lo saboreas con todos los sentidos, siendo capaz de escoger la cantidad. Cuando comes emocionalmente, lo haces de forma automática y distraída, sin degustar la comida. No controlas cuánto comes y sufres una notable dificultad para detener la ingesta.
La saciedad
El hambre física desaparece cuando el cuerpo se ha alimentado, pues busca nutrirse (“estoy repleto y paro”). El hambre emocional no desaparece después de comer (“siento lleno el estómago, pero sigo comiendo”). Si eres comedor emocional ocultas, mientras comes, emociones dolorosas que no sabes manejar de otra manera.
Consecuencias
Tras comer por hambre física, no hay consecuencias negativas, consideras alimentarte como algo necesario y normal. Sin embargo, después de comer desde la emoción, son frecuentes los sentimientos de culpabilidad y vergüenza. Sabes que has ingerido en exceso y te criticas duramente por ello.
Comer desde la emoción es comer para sentirte mejor. Sin embargo al acabar el remordimiento te compromete a repararlo con prontitud (“mañana haré dieta, no cenaré, saldré a hacer ejercicio, etc).